Mi nombre es Daniela Erdstein, tengo 46 años y vivo en Ecuador. Mi pasión por los caballos nació cuando tenía apenas 8 años. Comencé entrenando una vez por semana, pero muy pronto esa rutina se convirtió en un compromiso diario, los 365 días del año. Sin darme cuenta, los caballos se volvieron mi mundo, mi refugio y el lugar donde siempre he sido completamente yo.
Cuando terminé el colegio, decidí seguir construyendo ese sueño. Combiné mis estudios universitarios con mi vida ecuestre profesional, y ese esfuerzo me llevó a uno de los momentos más importantes de mi carrera: competir en los Juegos Bolivarianos 2001, representando a Ecuador y obteniendo la medalla de plata por equipos. Ese logro marcó mi vida para siempre.
Después, por cosas del destino, tuve que hacer una pausa de 16 años en mi mayor pasión. En ese tiempo crecí como profesional, como mujer y viví una de las bendiciones más grandes: convertirme en mamá. Pero también enfrenté una etapa muy dura, luchando contra una depresión profunda que me hizo replantear muchas cosas.
Y fue ahí donde la vida, con su forma tan especial de guiarnos, me llevó de regreso a donde siempre pertenecí: a los caballos. Volver a montar no solo reactivó mi pasión; me devolvió la fuerza, la calma y la esperanza. Ellos, con su nobleza y su sensibilidad, se convirtieron nuevamente en mis maestros… y en mis sanadores.
Hoy, cada vez que entro a un establo, recuerdo que nunca es tarde para volver a lo que te hace vibrar. Nunca es tarde para empezar de nuevo, para sanar, para retomar un sueño que parecía perdido.
Los caballos me han dado una segunda oportunidad.
Y ahora, compartir mi historia es mi forma de agradecerles por todo lo que me han devuelto: propósito, equilibrio y un amor que trasciende cualquier límite.
